Unidad 2 – Página 59
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Vicente Rocafuerte: Maestro de maestros
Estudios han obviado o han tratado de manera superficial la personalidad de Vicente Rocafuerte y Bejarano, patriota guayaquileño que ocupó la primera magistratura del Ecuador y que fue una de las figuras más importantes del siglo XIX.
Nacido en Guayaquil en 1783, perteneciente a una de las más ricas familias de la ciudad, de aquella burguesía comercial que gracias a su posición económica lo envía a Europa, donde cursa estudios en las instituciones de mayor prestigio, como el Colegio de Nobles Americanos en Granada, España y en el Saint-Germain-en-Laye de Francia. Es una época en que las ideas de la Ilustración y de libertad de la Revolución Francesa se esparcían por toda Europa.
El cosmopolita
Son esas mismas ideas las que cimentarían sus posturas ideológicas, una mezcla de liberalismo político y económico junto a una tolerancia en el aspecto religioso; sus autores, aparte de los clásicos griegos y latinos, iban desde los ilustrados españoles como Gaspar de Jovellanos, Pablo de Olavide, Juan Meléndez Valdes, y los franceses como Raynal, Pascal, Montesquieu, Rosseau, Bosuet, entre otros.
Su carrera política y diplomática fue sorprendente: diputado en las Cortes de Cádiz en 1814, en donde defendería ardorosamente la Constitución liberal de 1812. En dicha Corte daría muestras de su rebeldía frente al absolutismo de Fernando VI, quien se negó a reconocer la carta política; Rocafuerte se negó a jurar fidelidad al monarca, por lo que este cursó una orden de detención en su contra, la cual no se hizo efectiva al escapar Rocafuerte.
Viajero incansable y estudioso de las realidades sociales de los países que visitó, como Inglaterra, Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia. De 1821 a 1823, por motivos de negocios y familiares, se estableció en EE.UU., donde siempre manifestó su admiración por el sistema político de la nación del norte y especialmente por sus padres fundadores: Washington, Franklin, Adams, Payne.
En 1823 fue partidario de formar una expedición para liberar a Cuba de la ocupación española. De 1824 a 1829 ejerció el cargo de embajador de México en Londres, donde desplegó esfuerzos enormes para ayudar a esta nación; en 1825 logró que Inglaterra otorgue a ese país el reconocimiento diplomático, de esta manera se convirtió en el primer país americano en tener su reconocimiento oficial en el concierto de las naciones libres. Igualmente, gracias a sus gestiones, Rocafuerte consiguió que financieras de la banca inglesa otorgasen un crédito a la naciente Gran Colombia, que pasaba por urgencias económicas.
Después de su gestión diplomática volvió a su país natal, en momentos en que nacía la República del Ecuador. Como legislador del naciente país que estaba sumido en el caos político y económico, y opositor del autoritario gobierno de Juan José Flores, se convirtió en líder guerrillero en la llamada guerra de los Chihuahuas (1833-1834) con el afán de derrocar al gobierno floreano. Capturado por las tropas floreanas, el astuto mandatario prefiere pactar con su adversario para conseguir aplacar la insurrección: el camino al poder de Rocafuerte quedó libre.
Su transformación educativa
En la mayoría de los manuales de historia ecuatoriana figura el nombre de Flores como el primer presidente del país, honor relativo, porque fue Rocafuerte quien sentó las reales bases para la construcción del nuevo país, el que recibió sumido en pugnas internas e intentos separatistas que fueron abortados a tiempo y con energía.
Para don Vicente, la educación era un medio por el cual se podrían implementar reformas necesarias para crear un Estado moderno y formar ciudadanos con conocimiento de sus deberes y derechos. Por eso, uno de sus objetivos fue implementar un vigoroso sistema de educación pública, sus palabras dichas en la Convención de 1835 pueden ser considerada su declaración de principios: “Porque en el momento en que el pueblo conoce sus derechos, no hay otro modo de gobernarlo, sino el de cultivar su inteligencia y de instruirlo en el cumplimiento de sus deberes. La instrucción de las masas afianza la libertad y destruye la esclavitud”.
Este pensamiento nos describe a un mandatario que buscaba la educación para todos los habitantes del país, desechando cualquier atisbo de enseñanza elitista. Su modelo fueron las escuelas lancasterianas que había visto funcionar en Inglaterra, de las cuales tomó algunos elementos, como un preceptor para un determinado número de alumnos, así como un sistema de castigos y recompensas, más un conjunto de asignaturas elementales como Matemáticas, Geometría, Caligrafía, Religión; bajo este método muy económico centró su atención en la instrucción primaria, de esta manera se creó la primera escuela para niñas en Quito en el antiguo beaterio; en los inicios de su mandato, más de 70 niñas recibieron la educación básica bajo la guía del norteamericano Isaac Guillermo Wheelwright.
En agosto de 1836, mediante decreto, se ordena que en cada uno de los conventos masculinos que existían en Quito se crearan escuelas primarias con el objetivo de educar a 200 niños. Igualmente, a las monjas del convento de la Concepción se les pidió que abrieran una escuela para niñas. Para abastecer a las decenas de pequeñas escuelas que se crearon a lo largo de la república, se ordenó abrir una cantera en Riobamba para producir pizarras donde se pudieran escribir las lecciones diarias a los estudiantes. Incluso, de su propio peculio implementó una imprenta para la elaboración de textos escolares, pues es de mencionar que Rocafuerte se negó a cobrar su salario de presidente, destinando esos fondos para el fomento de la educación.
Legado
Una vez establecidas las bases organizativas de la educación básica, se dirigió a organizar la instrucción secundaria y superior. Secularizó el colegio San Bernardo en Quito, modernizando su pénsum académico. En 1838 creó el primer Reglamento de Instrucción Pública, surgiendo la Dirección General de Educación. Se crearon nuevos colegios en Riobamba, Cuenca. Quito, Guayaquil y Latacunga. En la educación superior sus esfuerzos se concentraron en la creación de la Escuela Náutica en la ciudad de Guayaquil en 1837, con sus propios dineros abrió la Escuela de Obstetricia y en julio de 1838 fundó el Instituto Agrario; incluso, reorganizó los planes de estudio en la Universidad Central.
En 1838 se creó el Colegio Militar en Quito, uno de los sueños acariciados por el mandatario, para cuya estructura se inspiró en la Academia Militar de West Point de los EE.UU. Su intención fue formar oficiales que velaran por la seguridad interna y externa de la nación, para evitar caer en los peligros de la tiranía.
Al entregar el poder Juan José Flores a su sucesor, este dejó establecido de manera permanente un sistema educativo en todos los niveles: básico, medio y superior, con un alto sentido de solidaridad; una de sus fallas –más por falta de tiempo y presupuesto que por otra cosa– fue la falta de inversión educativa en las zonas rurales y de fuerte presencia indígena, pero los pilares ya estaban cimentados; incluso, una vez dejada la presidencia, fue nombrado gobernador del Guayas (1839-1843), cargo con el que continuaría desplegando su energía constructora en las áreas sociales y especialmente en la enseñanza. Suya es la construcción del colegio San Vicente del Guayas, el 26 de diciembre de 1841, que hoy es conocido con su nombre.
Cuando Flores intentó perpetuarse en el poder mediante la expedición de la llamada Carta de la Esclavitud en 1843, Rocafuerte volvió a lanzarse a la lucha por las reformas democráticas y se exilió en Lima, donde murió en 1847. Rocafuerte reunió todas las características de gran estadista y hombre culto, de servicio desinteresado por el engrandecimiento de la nación en todos sus aspectos, y un demócrata y defensor de la libertad; por eso debe ser un referente de obligado estudio en las futuras generaciones.
“Algún día hemos de empezar la época de las reformas, y hablar a los pueblos con hechos y no entretenerlos con promesas que después no se cumplen nunca”.
Vicente Rocafuerte
“El presidente Rocafuerte… no es solamente uno de los presidentes, sino uno de las personas más excepcionales que he encontrado en Sudamérica”.
Carl Gosselman,
diplomático sueco
“Fue uno de los mejores presidentes que ha tenido el Ecuador, tomó vivo empeño en favor de la instrucción pública y dio el primer Reglamento para organizarla
y metodizarla”.
Juan León Mera,
escritor ecuatoriano