La humanidad vive hoy la peor crisis ambiental de su historia. El cambio climático acelerado puede causar una catástrofe en pocas décadas. Esta no solo ocasionaría unos cuantos desastres, sino que podría acabar con la civilización o al menos hacerla retroceder. Todo porque la humanidad, a partir de la revolución industrial, ha desbordado los límites planetarios. Necesitamos compromisos en el ámbito internacional y local.
La educación ambiental nos enseña a proteger y a mitigar (es decir, a suavizar) las amenazas al ambiente. La educación ambiental nos enseña solidaridad, nos anima a la participación activa en los cambios necesarios para salvar el planeta. Sin Tierra limpia, no habrá humanidad.
El contacto con la naturaleza tiene múltiples beneficios: cognitivos, físicos, emocionales y sociales. Desarrolla la creatividad, la capacidad de maravillarse (“sense of wonder” en inglés), la cooperación, la empatía e incluso la resolución de problemas.
Aun antes de que detectáramos la gravedad de varios temas de hondo calado como la deforestación, la erosión, el cambio climático, en los primeros días de la Ecología, exactamente hace 40 años, la UNESCO definió a la Educación Ambiental como “la acción educativa permanente, por la cual la comunidad educativa tiende a tomar conciencia de su realidad global, del tipo de relaciones que los hombres establecen entre sí y con la naturaleza, de los problemas derivados de dichas relaciones y de sus causas profundas. La Educación Ambiental desarrolla mediante una práctica que vincula al educando con la comunidad, valores y actitudes que promueven un comportamiento dirigido hacia la transformación superadora de esa realidad, tanto en sus aspectos naturales como sociales, desarrollando en el educando las habilidades y aptitudes necesarias para dicha transformación, así como el uso de elementos didácticos para cubrir necesidades ambientales y mejorar el entorno”.(2)
En síntesis, necesitamos una ciencia con conciencia y una acción consciente a favor de la vida.
TiNi en Ecuador
El Ministerio de Educación del Ecuador impulsa, desde septiembre de 2017, el programa de educación ambiental “TiNi – Tierra de Todos”. Esta metodología de educación ambiental pone a estudiantes y docentes en contacto directo con la naturaleza. El objetivo de TiNi es impartir educación ambiental desde la fuente: la naturaleza. ¡Solo metiendo la mano en la tierra, un niño puede sentirse parte del planeta!
Los jardines TiNi son espacios verdes otorgados a niñas, niños y jóvenes, donde por voluntad propia forman la vida y la biodiversidad con amor. Hemos visto escuelas y colegios con TiNi tan grandes que se miden en hectáreas y otros tan pequeños que apenas llenan una pared, sin usar un centímetro del suelo. Esos jardines son un símbolo de lo creativos que somos las ecuatorianas y los ecuatorianos, más las ecuatorianas porque siete de cada 10 docentes son mujeres.
Hasta el momento hemos inaugurado más de 10 mil TiNi, en igual número de unidades educativas públicas y privadas. En el Ecuador hay 15.380 unidades educativas con todo tipo de sostenimiento (particular, fiscal, fisco-misional y municipal).
A pesar de ser un proceso nuevo en Ecuador, Galápagos, uno de nuestros referentes en temas de cuidado de la naturaleza, se ha declarado territorio TiNi en 2018. Ahí se implementó la metodología en todas las unidades educativas, involucrando a 7.605 estudiantes y a 440 docentes.
De igual forma, en el cantón Mera, ubicado en la provincia amazónica de Pastaza, se inauguró el TiNi más grande del país. En 2,5 hectáreas de bosque tropical, los alumnos aprenden sobre la simbiosis entre especies vegetales y animales, y desarrollan capacidades para cuidar las fuentes de agua.
TiNi es un éxito en la educación por tres razones:
1) Su instalación no es obligatoria. De manera que no hay TiNis construidos al apuro ni abandonados luego. Solo hay TiNis de buena voluntad y casi siempre hechos con amor.
2) Su metodología es efectiva. El educador peruano Joaquín Leguía la probó y la perfeccionó; “consiste en un área que entregan a niños, niñas y jóvenes, que puede ser desde medio metro de suelo hasta una maceta con tres plantas. Puede ser un bosque, en cualquier área de diferentes ecosistemas, donde ellos desarrollen acciones que cuiden la vida y la biodiversidad, que los beneficien a ellos mismos, a la biodiversidad y a la naturaleza”. Además, tiene el aval de la Unesco por cumplir con los objetivos y prioridades establecidas por el Decenio de Naciones Unidas de la Educación para el Desarrollo Sostenible.
3) Aparte de su efectividad comprobada en números, es una estrategia que enamora a niñas y niños. Es un proyecto que enseña solidaridad, no competencia. Por eso todos quieren participar.
TiNi, tierra de todos, ayuda a formar ciudadanos afectivos, emprendedores y responsables con el ambiente. Quien ama y cuida la naturaleza, mañana hará lo mismo con su familia. Quien sea responsable con su jardín lo será también con su familia y con su país. Quien tenga iniciativa y sepa cuidar el medio ambiente, en el futuro no tendrá problemas en ser emprendedor en su propia vida y en la vida de la sociedad.
Es muy importante dejar que las generaciones futuras desarrollen iniciativas propias, permitirles sentir, emocionarse, participar en estas actividades, para que después podamos tener en todos estos niños, niñas y adolescentes, agentes responsables del cambio social.
Al tener una participación protagónica y literalmente orgánica, nuestros niños, niñas y adolescentes asumirán una nueva forma de empoderamiento, en la que tomarán conciencia de sí mismos como agentes de cambio en sus comunidades.
Uno de nuestros objetivos es dejar de ver a los niños como islas. Cuando empiezan a cambiar niñas y niños, sus padres y madres, maestros o líderes de la comunidad o de su entorno ven los cambios, y todos tienen que volver a definir sus actitudes.
La transformación también se produce en los profesionales de las organizaciones que facilitan los procesos de participación. Es un aprendizaje mutuo que tiene como fin cambios reales en la comunidad. Los niños y las niñas logran una incidencia política y su entorno cambia de formas concretas. Se convierten en agentes de cambio social en busca de lugares más amigables.
Que vuelvan a florecer los espacios educativos depende de nosotros. No permitamos que se hunda el planeta. Somos ciudadanas y ciudadanos de la Tierra, aprendamos a amar a la naturaleza y a cuidarla.
La educación ambiental es un compromiso planetario que está de acuerdo con la Constitución del Ecuador, dictada en Montecristi en 2008, que es la primera del mundo que ha concedido derechos a la naturaleza. No es un estudio neutral ni la disección de un animal muerto. La educación ambiental es un estudio emocionalmente vivo y un compromiso con la conciencia cósmica. ¡Viva la Tierra!
¡Por una educación comprometida con el planeta!
(1) Ministro de Educación del Ecuador, Viceministra de Gestión Educativa, y asesor del Ministerio de Educación, respectivamente.
(2) Teitelbaum, A. (1978). “El papel de la educación ambiental en América Latina”. UNESCO, París.