Tema 6: La agricultura tradicional
Agricultura Ancestral: una respuesta para el futuro.
En esta investigación, recorrió todo el país y conoció el talento e ingenio desarrollado por los pueblos originarios campesinos e indígenas para alcanzar una agricultura eficiente, inteligente y que resuelva los ingentes y críticos problemas que afronta el sistema agroalimentario.
Qué decir de la calidad de productos diversos de la finca tradicional de los montubios, o de las canoeras, colinos y canteros de los hermanos Chachis y afroecuatorianos, o de la fuerza productiva de los pueblos del manglar?. Diversidad, ingenio por todos lados.
Se caracteriza por una alta agrobiodiversidad y un complejo sistema de semillas y adaptaciones varietales que se desarrollan en los diversos pisos agro-climáticos de la serranía, aproximadamente entre los 2400 y 3500 metros sobre el nivel del mar, donde se reconocen generalmente tres zonas: alta, media y baja (y zonas de transición). Desde su origen prehispánico, la chakra se orienta a la satisfacción de la alimentación familiar y comunitaria, este criterio es el que determina qué y cuánto debe sembrarse.
La influencia del ciclo lunar y varias señas agroclimáticas, definen cuándo sembrar; los solsticios y equinoccios marcan los hitos del calendario agrofestivo andino. Una serie de prácticas ingeniosas y tecnologías muy funcionales para el manejo ecológico del suelo, agua, cultivos y crianzas, son las claves para la sostenibilidad del agroecosistema y explican cómo producir.
El Wachu Rozado es una tecnología de labranza mínima de origen milenario, base de un complejo agrosilvo pastoril que denominaremos “Finca de los Pastos”, haciendo referencia a los pueblos ancestrales que habitaron los territorios norandinos del Ecuador y sur de Colombia, particularmente la provincia del Carchi, y que hoy se reconocen en proceso de revitalización cultural. El sistema integra una mezcla de pastizales (que incluye variedades silvestres y modernas) para la crianza de ganado vacuno en rotación con variedades de papas, y algunas veces otros tubérculos y cultivos andinos; además plantas forestales y arbustivas con funciones ecológicas, mecánicas o medicinales.
La Catacocha implica la creación de grandes lagunas de infiltración en zonas altas estratégicamente dispuestas, que captan la escorrentía de aguas lluvias a través de brazos o canales y la percolan a la profundidad del suelo.
Esta agua infiltrada aparece en vertientes en zonas más bajas y se moviliza por quebradas; allí se instalan los denominados “tajamares”, que son barreras o muros de piedra interpuestos en el curso de la quebrada que reducen la velocidad del agua y la represan evitando su pérdida, mientras que en sus riberas permiten la generación de biomas con alta diversidad. Ya en el ingreso a los predios se disponen los “pilancones” que son reservorios o estanques que permiten la captación del agua para el uso agrícola y consumo humano. Se ha observado que durante los inviernos el sistema se llena (saturación del subsuelo por la infiltración), para luego ser aprovechado en los meses muy secos (aumenta el volumen en las vertientes).
Los sistemas agrícolas que se sirven de las catacochas tienen gran notoriedad paisajística, agrobiodiversidad y un complejo tecnológico basado en sistemas agroforestales que denominaremos “Huertas de los Paltas” por su autenticidad y particularidad. La crianza de animales no deja de ser importante y es sorprendente también el sistema tradicional de maíz de una variedad criolla adaptada a las condiciones de sequedad y terrenos pedregosos (maíz de piedra); el sistema tradicional de maíz incluye al ataco y al sangorache (Amaranthus quitensis y A. Spp-), otras especies igualmente resistentes a la sequía.
En las zonas más bajas, donde no operaba el sistema de lagunas de infiltración, se idearon las “terrazas hundidas” que permiten la saturación de humedad durante el invierno para sobre ellas cultivar en verano; también se practica la agricultura de “lecho de río” que dispone del propio canal del río en el verano cuando baja o cesa el caudal, y así se habilitan huertas que garantizan la producción alimentaria.
En la finca suelen coexistir tres subsistemas: las albarradas; la finca propiamente dicha; y las eras o huertas. Las albarradas consisten en un humedal artificial, tecnología de origen ancestral que es el centro de un sistema complejo de manejo de recursos hídricos: se capta agua por métodos de infiltración en épocas de invierno, se destina para riego, la crianza de peces, patos y se convierte en sitio de refresco y recreación. Es común en zonas secas y hace posible el regadío de la finca donde la diversificación, cobertura y manejo orgánico del suelo, reducen la demanda hídrica y así se integra un círculo virtuoso en el aprovechamiento del agua. En la finca propiamente dicha se desarrollan principalmente frutales y cultivos muy diversos y propios del trópico tales como banano, cacao, yuca, variedades de arroz y muchos más. En un área menor se disponen las denominadas Eras o huertas: se trata de la despensa familiar de hortalizas, legumbres, condimento, frutales y otros cultivos propios de la alimentación básica familiar.
Las Canoeras son pequeños huertos hortícolas y medicinales que se cultivan en camas elevadas construidas generalmente con madera y caña guadua, pero también es común el uso de viejas canoas de río que de este modo se reciclan para disponer el huerto, de ahí su denominación. Los Colinos o P’atavitia en el idioma de los Chachis (cha’apalachi), son modelos de agricultura ancestral de roza y tumba que pueden explicarse como fincas familiares diversificadas que se desarrollan en armonía con el bosque húmedo tropical en extensiones que generalmente van de media a una hectárea. Sus cultivos principales son banano, yuca, coco, cacao, chonta y diversos frutales. En la primera fase de siembras se incluyen asocios de maíz (variedades llamadas canguil y criollo), con fréjol, haba, cucurbitáceas y otras plantas. La denominación “colino” tiene otro uso común y se refiere a la forma botánica de reproducción de plantas como el plátano. El término se usa indistintamente para referirse a la finca propiamente dicha y a cualquier ramilla o brote apropiado para siembra. Cantero o E’vitia para los Chachis, es el nombre que se da a un cultivo de caña de azúcar, producto que ganó importancia en la región por diversos usos y procesos que se le generan (miel de caña, panela, guarapo, aguardiente, bagazo, etc.).
Se observa generalmente en parcelas de entre 500 o 1000 metros cuadrados encerradas entre árboles y arbustos propios de la diversidad del bosque tropical. La dinámica fluvial determina los procesos de fertilidad natural de los suelos de las riberas, que es donde se cultivan los Colinos y Canteros; y el arrastre del río que trae suelo y hojarasca desde tierras altas forma un compuesto orgánico denominado marmaja, que es el sustrato más apropiado para el cultivo de las Canoeras.
En el manglar coexisten al menos dos actividades fundamentales: la recolección de concha y la pesca artesanal de especies del estuario del río; sin embargo estos pueblos no conviven únicamente en la franja de manglar, sino con otros subsistemas: la zona de transición o raconchal, vegetación donde se desarrolla y captura el cangrejo; la finca diversificada (similar a la descrita para los pueblos montubios) y el bosque húmedo tropical. Es decir que los pueblos del manglar se construyen en una “sociedad” entre estos 5 subsistemas, constituyendo un complejo agroalimentario y recolector en armonía con ecosistemas naturales.
El proceso de descomposición y formación de suelos es dinámico y acelerado y a menudo se agregan las cenizas que se obtienen de las quemas de hierbas secas y árboles, lo cual mineraliza estos suelos orgánicos. La agrobiodiversidad manejada en un Aja incluye más de 100 diversos cultivos, donde generalmente la yuca hace de guía o centro de proceso agroalimentario (mas de 30 variedades reconocidas); papa china, pelmas, kenkes (tubérculos), piña, camote, porotos, plátanos, maní, maíz, frutales diversos, todos ellos cultivos imbricados en un conjunto multifuncional de especies.
Para un observador ligero parecería una mezcla sin orden, sin embargo pueden reconocerse ciertos “secretos”: hay especies que deben sembrarse junto a la yuca y otras que no deben estar en el Aja pues perjudican el engrose; unas prefieren la sombra y algunas la evitan, y así un sinnúmero de criterios agronómicos. Además se reconocen y cultivan decenas de plantas medicinales y es nada despreciable la diversidad de crianzas animales que incluyen sahino, pavos, guatusa, guanta. La conexión del Aja con la diversidad del bosque húmedo amazónico integra otra serie de frutos silvestres, animales, insectos, aves, y peces del río que enriquecen la dieta increíblemente diversa y saludable del pueblo Shuar.
Un enfoque central es el manejo del suelo, hay mayor atención a los ciclos de fertilidad en relación con el río en la “formación de suelo” a partir de la biomasa vegetal que por ciclos y aceleradamente se incorpora. Importante es el sistema tradicional del maíz variedad criolla, adaptado ancestralmente a las condiciones de extrema humedad y alta biodinámica, pero sin duda es la yuca nuevamente la planta madre que genera los ritmos en el sistema, se reconocen algunas variedades y como cosa particular en los períodos de cosecha se mantienen los sembríos de yuca totalmente “enmalezados”, es decir se permite el desarrollo de vegetación adventicia en la base del cultivo, pues con esta técnica se garantiza la frescura del producto.