Unidad 4 – TIC

por | enero 2, 2019

Tema 2 : El teatro y la comedia en Roma

Página: 125

El humor en Roma: ¿de qué se reían los romanos?

En la antigua Roma las burlas y chistes formaban parte del día a día de los ciudadanos, y no perdonaban a nadie. Los soldados eran especialmente dados a las pullas, incluso en momentos de gran solemnidad como los desfiles triunfales de los generales victoriosos en Roma.

 

1 / 6

Plauto lee una de sus obras ante un limitado público. Óleo por Camillo Miola. 1864.

Los romanos se ríen de sí mismos

Tras la muerte de Plauto, el más popular de los comediógrafos romanos, se decía que la risa, el juego y la broma habían llorado juntos. Por sus obras desfilan los tipos sociales más comunes: el viejo libidinoso que compite con su hijo por una bella cortesana, la matrona romana que exhibe su prepotencia y su derroche, el esclavo inteligente y enredón en contraste con el parásito muerto de hambre, el soldado fanfarrón, el alcahuete despiadado que produce repugnancia o los banqueros avaros y codiciosos. Plauto aumentaba los defectos de cada personaje para provocar la risa, y para ello no dudaba en recurrir al lenguaje popular. «¡A casa de la muy perra es a donde iba, el muy golfo, corruptor de sus hijos, borracho, miserable!», prorrumpe una esposa engañada en La comedia de los asnos.

Foto: Bridgeman / Aci

 

2 / 6

Lucio Postumio a Tarento, colonia griega y fue objeto de mofa debido a su defectuoso griego. Grabado. Siglo XX.

Las burlas del amante de la risa

Los chistes recogidos en el Philogelos muestran que, en la Antigüedad grecorromana, las chanzas alcanzaban a todas las profesiones y condiciones.

Uno que regresaba de un viaje preguntó a un falso adivino por su familia. Éste dijo: «Todos están bien, incluido tu padre». Al decirle: «Mi padre hace ya diez años que ha muerto», respondió: «No conoces a tu verdadero padre».

Un abderita viendo a un eunuco conversar con una mujer le preguntó si era su esposa. Cuando el eunuco le dijo que él no podía tener esposa, respondió: «Entonces es tu hija».

Uno al encontrarse con un intelectual dijo: «El esclavo que me vendiste ha muerto». «¡Por todos los dioses! –respondió–. Cuando estaba conmigo nunca hizo tal cosa».

3 / 6

Rufo el narigudo

En uno de los muros de la villa de los Misterios, en Pompeya, se halló una caricatura (a la izquierda) con una inscripción en su parte superior: «Rufus est» (es Rufo). Se sabe que el dueño de la casa se llamaba Istacidio Rufo, por lo que se cree que alguien de la casa, tal vez un esclavo descontento, quiso burlarse así de un amo poco estimado.

Foto: CORPUS INSCRIPTIONUM LATINARUM

4 / 6

Burlarse del deforme

Durante los banquetes a veces se hacía intervenir a personas con discapacidades físicas, como enanos o jorobados –como el de la imagen–, o incluso discapacitados intelectuales, cuyas ocurrencias debían provocar la risa de los comensales.

Foto: Dea / Album

 

5 / 6

Escena de una comedia de Plauto. Pintura en el atrio de la casa de Publio Servilio Casca en Pompeya.

El humor cáustico que caracterizaba el pueblo de Roma, llamado a veces italum acetum o «vinagre itálico», constituye el reverso de la imagen de respetabilidad y seriedad, llamada también gravedad o gravitas, que los ciudadanos de la élite romana buscaban transmitir.

Foto: Granger / Album

 

6 / 6

Enano bufón. Vasija de barro procedente de Herculano. Siglo I

La corte imperial contaba con bufones y enanos para diversión del emperador. Augusto y su círculo disfrutaban de las bromas de un bufón llamado Gaba. Tiberio, por su parte, tenía un enano entre sus bufones. Domiciano asistía a los espectáculos de gladiadores con un jovencito que tenía una cabeza pequeña y monstruosa.

Foto: Prisma / Album

 

El humor en Roma: ¿de qué se reían los romanos?

Suele decirse que cada pueblo tiene un sentido del humor propio, que a veces resulta difícil de comprender para los demás. En el caso de la antigua Roma, ese sentido del humor reflejaba el carácter de lo que en sus orígenes fue un pueblo de campesinos y soldados, y se caracterizaba por lo procaz y punzante. Este humor cáustico, llamado a veces italum acetum o «vinagre itálico», constituye el reverso de la imagen de respetabilidad y seriedad, llamada también gravedad o gravitas, que los ciudadanos de la élite romana buscaban transmitir.

Los romanos daban un toque humorístico incluso a los propios nombres de persona, en particular al tercer componente del nombre, el llamado cognomen o apodo. Por ejemplo, el nombre completo del famoso poeta Ovidio era Publio Ovidio Nasón, «narigudo» o «narizotas». A Marco Tulio Cicerón solemos llamarlo precisamente por su apodo familiar Cicero, «garbanzo», bien porque sus antepasados lo cultivaban, bien porque el primero de ellos tuvo una verruga en la nariz. Otros apodos particularmente humorísticos que aún pueden hacernos reír eran Brutus, «tonto»; Burrus, «pelirrojo»; Capito, «cabezón», o Strabus, «bizco».

Mofa a los emperadores

Los emperadores tampoco se libraban de los apodos burlescos. Cuando Tiberio era todavía un soldado se burlaban de él en el campamento haciendo un juego de palabras con su nombre: Tiberio Claudio Nerón, que se transformaba en un jocoso Biberio Caldio Merón, con el que se aludía a su condición de bebedor, al gusto que tenían los romanos por el vino caliente (calidus) y a la no menor afición por el vino puro, sin mezclar (merum).

Los soldados eran especialmente dados a las pullas, incluso en momentos de gran solemnidad como los desfiles triunfales de los generales victoriosos en Roma. Por ejemplo, en el triunfo que celebró en el año 46 a.C., Julio César tuvo que aguantar las chanzas de sus soldados, que cantaban: «Ciudadanos, guardad a vuestras mujeres, traemos al adúltero calvo», aludiendo a la vida disoluta de su general. También circularon burlas sobre su acentuada calvicie y se hicieron alusiones maliciosas a sus relaciones con el rey de Bitinia: «César sometió a las Galias, Nicomedes a César», se decía, jugando con el doble sentido de someter, «poner debajo». Todo ello no era sólo una forma de divertirse, sino quizá también servía para evitar la excesiva soberbia del comandante victorioso.

El humor estaba presente en las conversaciones de la calle y de la taberna, que no podemos escuchar pero de las que quedan rastros en los grafitis de las paredes de Pompeya, llenos de bromas, insultos y caricaturas de personas reales. Por ejemplo, los huéspedes descontentos de una pensión escribieron: «Nos hemos meado en la cama. Lo confieso. Si preguntas por qué: no había orinal». En Roma, cuando un tal Ventidio Baso pasó de arriero a las más altas magistraturas, el pueblo se escandalizó y algunos escribieron por las calles de la ciudad los siguientes versos: «¡Venid todos corriendo, augures, arúspices! Ha surgido un portento inusitado: el que frotaba a los mulos, ha sido hecho cónsul».

Burlas en verso

Rastros del humor popular pueden verse quizás en algunos epigramas satíricos de Marcial, que se burlaban de los defectos físicos y el carácter de sus contemporáneos. En ellos primaba la brevedad y la agudeza de la parte final, donde residía la gracia. El humor cáustico es evidente en estos ejemplos: «Quinto ama a Tais». «¿A qué Tais?». «A Tais, la tuerta». «A Tais le falta un ojo solo, a él los dos».

Pero tenemos que esperar al siglo V d.C. para encontrar un verdadero libro de recopilación de chistes. Está escrito en griego y se titula Philogelos, «el amante de la risa». Contiene 265 historias graciosas de muy variado tipo. Algunas tienen como protagonistas a los abderitas (de Abdera, en el norte de Grecia), que en la Antigüedad estaban considerados los tontos por antonomasia, junto con los habitantes de Cumas, cerca de Nápoles. Otros los protagonizan eunucos, falsos adivinos y personajes misóginos. Entre estos últimos se encuentra uno que muestra que ciertas formas de humor son una constante de todas las épocas. Un hombre estaba enterrando a su esposa y cuando alguien le preguntó: «¿Quién descansa?», respondió: «Yo, que me he librado de ella».

Redonet, F. (2018, 21 de febrero). El humor en Roma: ¿de qué se reían los romanos?. NATIONAL GEOGRAPHIC ESPAÑA.  https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/humor-roma-de-que-reian-los-romanos_12263/1

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *