MEDARDO ÁNGEL SILVA (Guayaquil, 1898-1919) ESTANCIAS Señor, no ha recorrido mi planta ni siquiera la mitad de la senda, de que habló el Florentino, y estoy en plena sombra y voy a la manera del niño que en un bosque no conoce el camino. De profundis clamavi Pastor de corazones, da a mi alma el fuego que hizo de la hetaira una santa; renueva los milagros de las resurrecciones; espero, como Lázaro, que me digas: ¡Levanta! * Esposa Inevitable, dulce Hermana Tornera, que al llevarnos dormidos en tu regazo blando nos das la clave de lo que dijo la Quimera y en voz baja respondes a nuestros cómo y cuándo; apenas si fulgura mi lámpara encendida, derroché mis tesoros como una reina loca, me adelanté a la cita y, al margen de la vida, ¡ha dos siglos que espero los besos de tu boca! * No dicen los inviernos que no haya primavera; en la noche más negra palpita el alba pura: lo sabio es esperar; es fuerte quien espera -buen sembrador- velando la cosecha futura. Las horas en su danza llevan tan loca prisa, que a la risa y al llanto ofrecen pronto fin: feliz quien pueda ver con la misma sonrisa la serpiente del bosque y el lirio del jardín. Detalle nocturno Un gato, grave y frío, sobre el vecino alero, en yo no sé qué fina meditación se pierde, contemplando la rosa de la luna de enero con la viva esmeralda de su pupila verde. Inclinada la testa como un Platón ideólogo e inmóvil, en hipótesis magníficas se abstrae… y sólo turba el hondo silencio del monólogo la canción olorosa que alguna brisa trae. Velada del sábado Marcha la luna trágica entre nubes de gasa… sin que nadie las toque se han cerrado las puertas… El miedo, como un lobo, pasea por la casa… se pronuncian los nombres de personas ya muertas… El abuelo las lámparas, por vez octava prende… se iluminan, de súbito, semblantes aturdidos… Es la Hora en que atraviesa las alcobas el duende que despierta, llorando, a los niños dormidos… LO TARDIO Madre: la vida triste y enferma que me has dado no vale los dolores que ha costado; no vale tu sufrir intenso, madre mía, este brote de llanto y de melancolía! ¡Ay! ¿Por qué no expiró el fruto de tu amor, así como agonizan tantos frutos en flor? ¿Por qué, cuando soñaba mis sueños infantiles, en la cuna, a la sombra de las gasas sutiles, de un ángulo del cuarto no salió una serpiente que, al ceñir sus anillos a mi cuello inocente, con la flexible gracia de una mujer querida, me hubiera libertado del horror de la vida … ? Más valiera no ser a este vivir de llanto, a este amasar con lágrimas el pan de nuestro canto, al lento laborar del dolor exquisito del alma ebria de luz y enferma de Infinito! AL ANGELUS Atravesó la oscura galería… al Angelus… llamaban al rosario… La religiosa voz del campanario vibraba en la quietud de la Abadía. En sus manos de nácar oprimía el viejo Kempiso el Devocionario… La luz de un aceitoso lampadario delató su presencia en la crujía… Se vio palidecer su faz de nárdo… hablaba de Eloísa y Abelardo el llanto que la fuente diluía. Y la Sor que en el mundo fue princesa, inclinando la pálida cabeza, atravesó la oscura galería. OFRENDA A LA MUERTE Muda nodriza, llave de nuestros cautiverios, ¡oh, Tú, que a nuestro lado vas con paso de sombra, Emperatriz maldita de los negros imperios, ¿cuál es la talismánica palabra que te nombra? Puerta sellada, muro donde expiran sin eco de la humilde tribu las interrogaciones, así como no turba la tos de un pecho hueco la perenne armonía de las constelaciones… Yo cantaré en mis Odas tu rostro de mentira, tu cuerpo melodioso como un brazo de lira, tus plantas que han hollado Erebos y Letheos, y la serena gracia de tu mirar florido que ahoga nuestras almas, exentas de deseos, en un mar de silencio, de quietud y de olvido. ANIVERSARIO Hoy cumpliré veinte años. Amargura sin nombre de dejar de ser niño y empezar a ser hombre; de razonar con lógica y proceder según los Sanchos, profesores del sentido común. Me son duros mis años y apenas si son veinte- ahora se envejece tan prematuramente; se vive tan de prisa, pronto se va tan lejos que repentinamente nos encontramos viejos en frente de las sombras, de espaldas a la aurora y solos con la esfinge siempre interrogadora. ¡Oh madrugadas rosas, olientes a campiña y a flor virgen; entonces estaba el alma niña y el canto de la boca fluía de repente y el reír sin motivo era cosa corriente! Iba a la escuela por el más largo camino tras dejar soñoliento la sábana de lino y la cama bien tibia, cuyo recuerdo halaga sólo al pensarlo ahora; aquel San Luis Gonzaga de pupilas azules y rubia cabellera que velaba los sueños desde la cabecera. Aunque íbamos despacio, al fin la callejuela acababa y estábamos enfrente de la escuela con el “Mantilla” bien oculto bajo el brazo y haciendo en el umbral mucho más lento el paso, y entonces era el ver la calle más bonita, más de oro el sol, más fresca la alegre mañanita. Y después, en el aula con qué mirada inquieta se observaban las huellas rojas de la palmeta sonriendo , no sin cierto medroso escalofrío, de la calva del dómine y su ceño sombrío. Pero, ¿quién atendía a las explicaciones? Hay tanto que observar en los negros rincones y, además, es mejor contemplar los gorriones en los nidos, seguir el áureo derrotero de un rayito de sol o el girar bullanguero de un insecto vestido de seda rubia o una mosca de vellos de oro y alas de color de luna. El sol es el amigo más bueno de la infancia; nos miente tantas cosas bellas a la distancia, tiene un brillar tan lindo de onza nueva! Reparte tan bien su oro que nadie se queda sin su parte; y por él no atendíamos a las explicaciones. Ese brujo Aladino evocaba visiones de las mil y una noches -de las mil maravillas- y beodas de sueño nuestras almas sencillas sin pensar, extendían sus manos suplicantes como quien busca a tientas puñados de brillantes. Oh, los líricos tiempos de la gorra y la blusa y de la cabellera rebelde que rehúsa la armonía de aquellos peinados maternales, cuando íbamos vestidos de ropa nueva a Misa dominical, y pese a los serios rituales, al ver al monaguillo soltábamos la risa. Oh, los juegos con novias de traje a las rodillas, los besos inocentes que se dan a hurtadillas a la bebé amorosa de diez o doce años, y los sedeños roces de los rizos castaños y las rimas primeras y las cartas primeras que motivan insomnios y producen ojeras. ¡Adolescencia mía! te llevas tantas cosas, ¡que dudo si ha de darme la juventud más rosas!, ¡y siento como nunca la tristeza sin nombre, de dejar de ser niño y empezar a ser hombre! Hoy no es la adolescente mirada y risa franca sino el cansado gesto de precoz amargura, y está el alma, que fuera una paloma blanca, triste de tantos sueños y de tanta lectura…! LA RESPUESTA Muda a mis ruegos, impasible y fría, en el sofá de rojo terciopelo un pálido jazmín hecho de hielo tu enigmático rostro parecía. La hostia solar, en roja eucaristía, se ocultaba en el mar; y, al dulce cielo, el divino Chopin su desconsuelo en un sollozo trémulo decía. Y cuando, por oír esa palabra que eternos lutos o venturas labra, te hablé de tu desdén y mi agonía,con ademán de reina mancillada me clavaste el puñal de tu mirada, muda a mis ruegos, impasible y fría. LA EXTRAÑA VISITA Por la noche la Muerte las alcobas visita donde dormimos nuestros apetitos bestiales y, buen vendimiador, los frutos escogita de sus vendimias eternales. Una vez a mí lado llegó calladamente y, cual si fuera un miembro próximo de la familia, me acarició las manos y me besó la frente; y yo comprendí todo… Y, desde esa vigilia, ella marcha conmigo y se acuesta en mí lecho y su mirar oscuro toda mi vida abarca… ¿No ves, por mi actitud, que estoy como en acecho del rumor con que boga su misteriosa barca? EL PRECEPTO Deja la plaza pública al fariseo, deja la calle al necio y tú enciérrate, alma mía, y que sólo la lira interprete tu queja y conozca el secreto de tu melancolía. En los brazos del Tiempo la juventud se aleja, pero su aroma nos embriaga todavía y la empañada luna del Recuerdo refleja las arrugas del rostro que adoramos un día. Y todo por vivir la vida tan de prisa, por el fugaz encanto de aquella loca risa, alegre como un son de campanas pascuales, por el beso enigmático de la boca florida, por el árbol maligno cuyas pomas fatales de empozoñadas mieles envenenan la Vida. DANSE D ANITRA Va ligera, va pálida, va fina, cual si una alada esencia poseyera. Dios mío, esta adorable danzarina se va a morir, se va a morir … se muere. Tan aérea, tan leve, tan divina, se ignora si danzar o volar quiere; y se torna su cuerpo un ala fina, cual si el soplo de Dios lo sostuviere. Sollozan perla a perla cristalina las flautas en ambiguo miserere … Las arpas lloran y la guzla trina … ¡Sostened a la leve danzarina, porque se va a morir… porque se muere! SE VA CON ALGO MIO Se va con algo mío la tarde que se aleja; mi dolor de vivir es un dolor de amar; y al son de la garúa, en la antigua calleja, me invade un infinito deseo de llorar. Que son cosas de niño, me dices; quién me diera tener una perenne inconsciencia infantil; ser del reino del día y de la primavera, del ruiseñor que canta y del alba de Abril. Ah, ser pueril, ser puro, ser canoro, ser suave; trino, perfume o canto, crepúsculo o aurora! Como la flor que aroma la vida y no lo sabe, como el astro que alumbra las noches y lo ignora. BOLIVAR Y EL TIEMPO El huracán aullaba como un mastín de caza a la noche invasora… La niebla era una gasa velando el rostro puro del día, se dijera que el hálito del viento apagaba la hoguera del sol. . . La sombra inmensa de los montes crecía como haciendo la noche… Cada cumbre fingía una mano extendida para coger estrellas. Alzaba sobre el mundo la más altiva de ellas un pabellón de llamas. Viéndola se diría que de aquella montaña fuera a salir el día! El Chimborazo alzaba su cabeza de abuelo entre todos. El viejo monte vecino al cielo conocía la voz del Padre de las cosas. El alba filialmente encendía de rosas su frente de patriarca. El sol era su hermano; otro gigante lo era también: ¡el Océano! Su actitud al Titán rememora del mito: quizás pensó robar un astro al Infinito y la mano de Dios, frustrando la aventura, lo inmoviliza a tiempo que escalaba la altura! … De súbito, un rumor, levísímo, tan leve como el caer de una hoja sobre el tapiz de nieve de la montaña. Aquel rumor crecía lento. El silencio se hacía, momento por momento, tan grande que, atendiendo a mil ocultos sones, se hubiera oído el paso de las constelaciones. Era de pies humanos aquel suave ruido. El Chimborazo alzó la faz, semidormido; y vio un hombre parado enfrente del vacío. Y el monte sintió algo como un escalofrío! … La túnica de ese hombre era de llama, cielo y sangre. Lo envolvía como si, en vez de velo, fuera su propia carne; su frente despedía un fulgor parecido al del naciente día; su mano era capaz de doblar al Destino: le circundaba un halo de prestigio divino como una emanación de sí. Cuando el sonido de su voz rasgó el aire, se oyó como un rugido armonioso: y el Tiempo refrenó su carrera, en la.nevada cúspide, para mirar lo que era! Y sobre la montaña, al prodigio propensa, se detuvo un instante la Eternidad suspensa. Nunca, desde el Tabor, se vio mayor grandeza humillando de un monte la vetusta cabeza! Y aquellos dos gigantes se hallaron frente a frente: los siglos como en una fugitiva corriente circundaban las sienes del viejo; su corona eran los muertos días; en su mano temblona llevaba una hoz por cetro. . . Y la figura homérica era Simón Bolívar, Libertador de América. |