Conoce al escritor
Rosa Wila Valencia
“Cuando yo estoy cantando parece que estoy subiendo a los cielos”.
A sus 83 años, la vitalidad de Rosa es admirable. Se abre paso entre la multitud para guiarnos hacia su hogar, del cual abre sus puertas de par en par, para darnos la bienvenida. Entre lo ritual y lo festivo, Rosa le canta a la vida, a la muerte, y a los santos. Su voz ha llenado diversos escenarios en Francia, Alemania, Estados Unidos, Nicaragua, Chile, Venezuela, Perú, Colombia, lugares donde ha dado a conocer la potencia de la música originaria del Ecuador: los cantos negros de sus ancestros, de su verde tierra, la provincia de Esmeraldas. Nació en Punta de Piedra-Esmeraldas en un hogar humilde y creció en medio de arrullos, alabaos, chigualos, cuentos y adivinanzas, de allí su gusto por la música, en el que también influyó su madre, Juana Valencia, cantora de corazón. Es devota de la virgen del Carmen, a quien ha dedicado muchos de sus arrullos, lo que nos muestra el sincretismo religioso del que se alimentan las expresiones artísticas del pueblo afrodescendiente en nuestro país.
Su relación con la música no está mediada por la academia, ni por lenguajes especializados, en palabras de Rosa “lo mío es más práctico”. Es una autodidacta que aprendió de la música y el baile en las celebraciones populares afroesmeraldeñas, dedicadas a los santos y vírgenes, a las que acudía con entusiasmo acompañada por sus hermanas. Celebraciones en las que ser esmeraldeña cobraba sentido y razón de ser. Cualquier dificultad y carencia se borraba en la fiesta, en las celebraciones de la vida en las que la voz de Rosa se convertía, desde muy pequeña, en la guía de todo su pueblo.
La música le ha dado mucho, “no me ha dado riquezas, pero sí muchas alegrías”. Su primer grupo musical se llamó Unión y Lucha, como el nombre del barrio en el que habitaba, uno de los barrios de la ciudad de Esmeraldas en donde la incansable búsqueda de dignidad de su gente, se reflejaba también en la identificación que Rosa tenía con su arte y su territorio. Luego en 1982, cambió el nombre de su grupo. Lo llamó La Voz del Niño Dios, por el origen religioso de los cantos con los que ella destaca: los arrullos, cantos dedicados a las divinidades. Además de los cantos tradicionales que se conservan en la voz de Rosa, ella ha creado sus propios temas: “Señores abran la puerta que el Niño Dios va a llegar, y vine con los arrullos, bombo, cununo y guasá”. Ese es uno de sus arrullos más queridos. En su trayectoria artística ha compartido escenario con otros importantes músicos afroesmeraldeños como Papá Roncón, y el grupo Jolgorio Internacional, de Santiago Mosquera.
Rosa es una mujer luchadora e incansable. Ha cumplido un destacado papel como gestora cultural, siempre haciéndole frente al racismo estructural que persiste en el país, buscando las formas de superar la falta de fomento y apoyo a las artes, especialmente en provincias como Esmeraldas. Dentro de sus múltiples gestiones, logró conseguir recursos con los que abrió su escuela de artes, con el fin de transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones. La cantora señala que, en el mandato de Rafael Correa, en una visita a Esmeraldas hecha por el ex mandatario, Rosa Wila en persona, le solicitó apoyo económico por $5.000, para gastos de instrumentos, vestuarios, etc. Recibió $3.000, con eso compró una marimba, un cununo, y un bombo. Instrumentos con los que sus estudiantes pudieron hacer música por un tiempo limitado, pues la escuela dejó de existir, ya que los escasos recursos con los que ella contaba, fueron insuficientes para poder cubrir la gran demanda que generó este espacio.
Desde su perspectiva, la limitación que las autoridades tienen con los recursos que se invierten en la cultura ecuatoriana, es la responsable de que en el país las cantoras vayan desapareciendo. Mantenerse en el espacio artístico -más aún, desde la tradición afroesmeraldeña- es nadar contra corriente. Si bien Rosa es una cantora reconocida a nivel mundial, observa que los incentivos a la creación como política pública en el área de la cultura en el Ecuador, son todavía escasos y limitados. “Catar para mi es fácil, si quiere aquí le pego el grito”, nos dice, “lo difícil es conseguir la plata para vivir dignamente”. Para ella el talento en su tierra está a flor de piel, pero la poca seriedad con la que se toma a quienes deciden optar por el arte, puede esterilizar un campo fértil de creación que existe en Esmeraldas: “Pocos son los que quieren seguir cantando chigualos y alabados, porque no imaginan cómo se puede comer de eso”.
La gestora popular, Rosa Wila, es la representación viva de la lucha de las mujeres del pueblo afrodescendiente, su voz retumba en los corazones de las nuevas artistas como Karina Clavijo, cantautora ecuatoriana, a quienes ha inspirado a lo largo de estos años. Rosa aspira a que la tradición afroesmeraldeña no desaparezca, pues la considera la base de la identidad ecuatoriana y del mundo. Desea que las nuevas generaciones continúen con las tradiciones artísticas de su pueblo, para que las y los afrodescendientes no se avergüencen de su origen. Rosa está convencida de que el canto fortalece el espíritu de su gente. La riqueza de su arte ha roto -y seguirá haciéndolo- las fronteras del racismo y del machismo, en un país que todavía mantiene una deuda histórica no solo con Rosa Wila, sino con el arte y la cultura del pueblo afrodescendiente.
Fuente: Entrevista personal realizada por David Anchaluisa, sociólogo ecuatoriano, a Rosa Huila. Septiembre de 2018.
FUNDACIÓN MANDRÁGORA ARTES ESCÉNICAS. (2021). ROSA WILA VALENCIA. Recuperado de: https://mandragorateatro.org/rosa-wila-valencia/
Visualiza la literatura
Un canto al niño Jesús, chigualo manabita
Compañía NUESTRAS RAíCES. (04-11-2021). Chigualo – Un canto al niño Jesús. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=BsqwqKI2Pmg
Literatura digital
Alabaos y chigualos
Si quieres reproducirlo en Spotify, da click en el siguiente enlace: https://open.spotify.com/intl-es/album/0r3piJ6UDoXa4R44f00wIE?si=gOVpMoskQP29R6GY93dskQ