Unidad 4 – Página 139
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Mayo del 68, un hito generacional
A Fondo
La época de invierno en Francia había terminado, pero el frío, que se resistía a dejar las calles parisinas de mayo y junio de 1968, era combatido por una llamarada insurrecta que había nacido, desde hace un año, en las aulas universitarias de Nanterre y La Sorbona bajo lemas como “Corre, camarada, que lo viejo te persigue”, “El Estado es cada uno de nosotros”, “Prohibido prohibir”, “Profesores, nos están haciendo viejos”.
La muy ordenada y jerárquica sociedad francesa de hace 45 años era cuestionada, de forma artística e intelectual, por sus jóvenes universitarios. Ellos, mediante asambleas sin mediadores, arrebatándose la palabra, sin una organización específica, debatían un replanteamiento del sistema universitario y los valores transmitidos en las aulas. La exigencia de respeto a sus libertades (sexuales, políticas) era el fundamento anarquista.
A esta visión contestataria, propia de la década del 60, se le unían los síntomas de malestar que arrastraba la sociedad francesa después de la Segunda Guerra Mundial y de la independencia de Argelia de Francia, el cansancio por casi diez años en el poder del autoritario general Charles de Gaulle y la ola planetaria que rechazaba el imperialismo que atacaba en guerra a Vietnam y al capitalismo que era percibido como un sistema que colocaba en segundo lugar al hombre.
Jorge León, investigador del Centro de Estudios sobre Desarrollo y Movimientos Sociales del Ecuador (Cedime), define a Mayo del 68 francés como un momento de ruptura generacional y cree que lo clave de ello es que se planteó al mundo el que la sociedad sí podía contestar al sistema de orden establecido.
Para mayo y junio de 1968, los acalorados debates abandonaban los campos universitarios y se multiplicaban en cada esquina de una París repleta de marchas de trabajadores y universitarios que hacían barricadas de adoquín de piedra, árboles cortados y carrocerías viejas para resistir el embate de la policía francesa. Heridos y muertos eran el resultado.
Parte de esta realidad fue registrada por el fallecido escritor ecuatoriano Jorge Enrique Adoum en su poemario Mayo del 1968 (¿Siglo XXI?). En esos momentos él trabajaba en las oficinas de Radio y Televisión de Francia (ORTF).
“Veo por primera vez viva a la población de esta morgue de lujo: la gente conversa en los cafés, se abrazan los desconocidos, hay grupos que discuten en los parques, aprenden en las esquinas que a pesar del televisor y del congé payé (vacaciones pagadas), y de los subsidios familiares, es proletario quien ningún poder tiene sobre el empleo de su vida (…); en medio de su optimismo desarmado, sus barricadas arden irremediablemente hasta que alguna vez comience nuestro siglo, y tienes que perdonarme que no me haya acordado de ti mientras corría escapando a las granadas que aquí o allá apestan a la misma tropa”.
Estudiantes de enseñanza media y sus maestros, así como grupos de trabajadores se unen a la protesta. Más de un millón de personas salen a marchar.
Pese a que los debates entre universitarios y trabajadores estaban llenos de política, no era un movimiento tradicional el que manejaba la protesta. Era una organización horizontal, representada por un joven movimiento denominado 22 de Marzo, dirigido por el perseguido estudiante Daniel Cohn-Bendit (Dany, el Rojo), la que buscaba el cambio del orden vigente.
“El milagro de Mayo del 68 fue que estableció la idea de que los contestatarios no necesariamente eran los partidos de izquierda o los sindicatos, sino que podían estar al margen de todos ellos”, sostiene León.
Mayo del 68 implicó el reconocer los derechos de la mujer y la disminución del autoritarismo en la enseñanza.
Teodoro Bustamante, catedrático de Flacso, sostiene que “quien no entiende Mayo del 68 no entiende el siglo XX”, pero aclara que el mayo francés no puede ser explicado sin antes no tener en cuenta la Primavera de Praga (ahora capital de República Checa) en enero de 1968; la matanza estudiantil de Tlatelolco (México, octubre de 1968); la revolución cultural china; el movimiento hippie, el rechazo por la guerra en Vietnam, el movimiento por los derechos civiles para los afroamericanos de Martin Luther King, en EE.UU., entre otros. “Fue la punta del iceberg de algo mucho más grande”.
Si bien el movimiento de Mayo 68 empieza con un fuerte impulso de una parte de la izquierda, no partidista u organizada, explica el docente universitario, la herencia que deja lo ocurrido en este año es una izquierda “que fracasa, que pierde una parte de sus bases sindicales y entra en una lucha autodestructiva, fundamentalmente entre el troskismo y el maoísmo”. “Lo que se planteó (en Mayo del 68) no fue una lucha por el salario, fue una lucha por una sociedad con menos represión política, social, sexual, artística…”.
Eran finales del mes de mayo de 1968 y Francia estaba paralizada. Escaseaban los artículos de primera necesidad.
El historiador y rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, Enrique Ayala Mora, recuerda que en Ecuador del 68 también se dieron hechos de protesta universitaria. Estos eran completamente independientes a los de Francia, pero se inscribían, dice, en la lógica mundial de reivindicaciones.
Mora se refiere a las protestas que se generaron en universidades de Quito y Guayaquil para buscar el libre ingreso de bachilleres a la educación superior. Entre 1968 y 1969 esas revueltas dejarían siete muertos. Otro hecho fue el secuestro, en la Universidad Católica de Quito en 1968, de un cura como muestra, señala Mora, “de un desafío a la jerarquía eclesiástica”.
Entre fines de mayo y principios de junio del 68 el gobierno de De Gaulle actúa y firma acuerdos con los sindicatos. Se aprueba un salario mínimo y el reconocimiento de ciertos derechos sindicales.
Inmediatamente, De Gaulle disuelve la Asamblea Nacional, convoca a elecciones legislativas las cuales las gana arrolladoramente su partido, prohíbe las manifestaciones y disuelve los grupos de extrema izquierda.
Con un sector obrero algo satisfecho, poco a poco se desactivaba la protesta. Mayo del 68 fracasaba como la revolución que buscaba la sustitución radical del viejo orden político, pero lograba transformar a la universidad francesa e implantaba una sociedad con nuevas pautas: se reconocen los derechos de la mujer, la liberalización de las costumbres, la democratización de las relaciones sociales, incluyendo la disminución del autoritarismo en la enseñanza.
El sociólogo León explica el fracaso de Mayo del 68 en que un movimiento de contestación social no es una alternativa política. Señala que este casi siempre tiene una función fundamental que es el revelar lo que no quiere verse. “Pero no son sistemas que crean una alternativa, cuestionan lo que está”.
Los académicos consultados coinciden en que en Ecuador, así como en el mundo, la izquierda contestataria no ha desaparecido, está adormecida, perseguida o se ha ubicado junto al poder.
Cuarenta y cinco años después de estos hechos, León, Bustamante y Ayala Mora creen que no se repetiría en el mundo un movimiento con las dimensiones de Mayo del 68, pues lo que se buscaba en la década del 60 era una revolución que acabara con todo y no solo arreglar el sistema económico, como plantean ahora movimientos como los Indignados.